domingo, 29 de julio de 2012

Baile surreal

Son las 12 del día, el sol quema el asfalto, estoy sentado con 3 personas que hasta hace 24 horas no conocía, a mi derecha este el esposo de la hija de la mejor amiga de la mama de mi esposa, que tampoco conocía hace 24 horas, hay mas silencios que platica, el mezcal esta servido, la sal de gusano que envuelven las naranjas vive roja como los rojos de las pinturas de Tamayo, escuchamos sandunga, la gente de Oaxaca es así, como mis acompañantes, silenciosos, como los volcanes dormidos, con el jaguar azaroso en el pecho, por eso las tertulias con la gente de Oaxaca hablan mas las almas que las bocas, argumenta mas el mezcal que el verbo, en el instante del tercer mezcal mi alma caribeña despierta mi noción de la falta de cerveza, les digo a mis contertulianos: -salgo a buscar cervezas, ¿saben de algún sitio cerca?- Y me responde el dueño del hogar: -tu pregunta por chuy el turco, o si no tú doblas a la derecha, luego a la izquierda, de ahí todo derecho y otra vez a la derecha- En resumen no entendí ni madres, salgo con mi bolsita de plástico y botellas de cristal de cerveza vacías, a las calles desiertas de este pueblo en la sierra de la Mixteca Oaxaqueña, desde que llegue a este pueblo se percibe su quietud, el pueblo esta casi abandonado, todos se han ido para el norte o en el mejor de los casos son fabricantes de lonas en la Ciudad de México, las montañas bailan al son del viento quieto, las nubes pasan como algodones, y el azul del cielo es tan nítido que solo de levantar la cara creemos que nos va a segar. En eso comienzo a escuchar una música que se pierde en la inmensidad de la sierra, turururuuuururu suena, por supuesto las instrucciones que me dieron para encontrar el expendio de cerveza las mando al carajo y camino siguiendo el sonido, subiendo una carretera con precipicios a mis lados, casas grandes a mi derecha, y casas humildes aparecen a mi izquierda, el sonido caya como si se supiera escuchado por un intruso, camino mas rápido, y veo un letrero de cerveza, llego al puesto y veo varias camionetas estacionadas, niños disfrazados de piratas, niños con mascaras de lobitos, todos casi quietos, vestidas de quinceañeras y novias, carajo en cierto momento me digo dos cosas: -Sospecho que mis contertulianos le echaron magia a mi mezcal- y segunda: -Es impresionante ver que lo que los Oaxaqueños pintan, labran y esculpen es parte de su cotidianidad surreal-, están todos quietos como si esperaran algo mas fuerte que ellos mismos, como a punto de dar comienzo a un ritual, en eso veo que adentro de la tienda hay un ser muy extraño, manoteando, hablando fuerte , ordenando, es un hombre vestido de novia, ahí mi agudeza despierta y me doy cuenta que todos los que están disfrazados de novia y quinceañeras no son mujeres sino tremendos machos con peluca, vestido y todo, hay una banda situada al centro, están afinando sus instrumentos, en este momento nadie me voltea a ver, es como si yo fuese invisible, pido unas cervezas las meto en mi bolsa de plástico, saco mi cámara con la derecha y con la mano izquierda saco una cerveza bien fría, me coloco en un sitio donde creo puede ser un ángulo bueno para captar el estallido del volcán, aprieto el gatillo del video y comienzo a grabar, siguen afinando las trompetas, el maestro hermafrodita sigue dando ordenes, pregunto al que me vendió las cervezas: ¿hay un destapador?. Nuestro Maestro de ceremonias pega un grito, se abre mi cerveza, en ese instante las trompetas estallan, todos comienzan a bailar, los colores brincan, una quinceañera con su sombrilla baila como si fuese sacada del cuento de Mary Poppins, un enmascarado la corteja, la pareja central es nuestro maestro de ceremonias y un flaco bailarín con una mascara que bien podría ser una versión mexicana de V de Vendetta el cual mueve su pañuelo, agarra a su pareja de la cintura, los dos mueven la cadera, otro quinceañero de verde mueve las caderas. Sus fuertes manos agarran los hombros del enmascarado de barba, un niño (o enano) baila con una capa roja y una mascara de un monstruo, lo cual me confirma que en este recóndito sitio en las montañas no importa si el disfraz va con la temporada, acá lo que importa es disfrazarse, bailar y dejar de ser uno mismo, con el único propósito de perderse en las olas de energía, los colores tiene cada vez mas tonos, con cada movimiento de cintura los colores se saturan mas, quito el modo de video, me pongo junto a ellos y tomo fotografías, los quinceañeros comienzan a posar y a coquetearme, los niños ni se inmutan, es como si yo no existiera, se apaga la música todos se petrifican, suenan los cohetes , todos recogen sus cosas y parten plaza para irse a otro lado, en ese momento pregunto que carajo fue esto, un señor adusto de bigote me contesta: Es el carnaval de las montañas. Me digo a mi mismo: Rodolfo Nieto y Rufino Tamayo siguen entre nosotros.